La disolución del Ego
Por Miguel Ángel Pichardo Reyes
AlterSoma
Los bloqueos sexuales que dificultan la activación de la Shakti se encuentran en el Ego, los procesos mentales que buscan el control, el análisis y la identificación. El Ego tiene esa particularidad, identificarse o abyectar de las cosas dependiendo de la moral dualista bueno-malo. En este sentido el Ego se forma a la sombra de la moral de la familia y de la sociedad, especialmente la de los otros significativos. El padre y la madre sirven de espejo en la formación especular de la identidad del Ego en el infante. A partir de esa dialéctica de identificaciones el infante se formará una imagen de sí mismo, imagen normalmente contradictoria por los espejeos paradójicos de sus cuidadores.
El descubrimiento de la energía sexual alrededor de los cuatro años pondrá los ladrillos de su identificación sexual, que más allá de las preferencias, se refiere a la imagen sexual que se forma de sí a partir del espejeo que le devuelven sus padres. Este espejeo sexual de los padres será determinado por las propias heridas sexuales de ellos. Si el infante lleva a cabo exploraciones genitales, la mamá o el papá podrá reaccionar desde su moral sexual religiosa, reprimiendo, castigando o distrayendo, implantando un reflejo imaginario en las improntas sexuales del niño o la niña. Son estas implantaciones reflejas con las que se identificará inconscientemente, registrándose como memorias sexuales traumáticas.
El Ego formado por las implantaciones reflejas de ciertas imágenes generan un Yo distorsionado. Estas distorsiones del Yo son de lo que se encuentra formado el Ego, que por definición ya nos habla de un estado patológico. Nuestra hipótesis consiste en afirmar que las patologías del carácter tienen como fundamento un Yo distorsionado. Desde una perspectiva transpersonal los padres y las madres no solo median entre la sociedad y el infante, sino que también tienen la misión espiritual de reflejar el amor divino. Esta re-flexividad divina permite el proceso de individuación, esto es, actualiza la potencia del alma.
Aunque nacemos con alma, ésta no necesariamente evoluciona de acuerdo a nuestro desarrollo infantil, esto es, el alma necesita de otros elementos para su evolución, el núcleo familiar puede posibilitar esta evolución o bloquearla, que es lo que sucede con los traumas infantiles. La distorsión del Yo impide la evolución del alma, por lo que habrá que disponer de un trabajo para el desbloqueo, pero fundamentalmente sanar al Yo de sus distorsiones para que la potencia del alma pueda ser liberada.
La disolución del Ego puede ser solo un espejismo porque después de un trance el Ego regresa y vuelve a instalarse. Por esa razón tiene que haber un trabajo durante esa disolución, ya que esta disminución permite traspasar las defensas y entrar en las heridas para sanarlas. A esto nos referimos como la sanación del Yo. Las heridas van distorsionando el Yo como una mancha puede empañar y distorsionar la imagen en un espejo. Como una analogía, el espejo representa la imagen distorsionada del Yo, por lo que no basta con romper el espejo, hay que limpiarlos para que pueda reflectar la luz del amor divino.
La disolución del Ego, por lo menos para el Trance Sexoenergético Shakti, no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para sanar las heridas del alma. La disolución del Ego en sus distintas modalidades e intensidades, permiten penetrar las defensas de la imagen distorsionada para liberar las emociones atrapadas en esas memorias y poderlas sanar. Podríamos decir que el entorno informa al cuerpo-mente, esta información distorsionada deforma al Ser, produciendo el Ego distorsionado. El trabajo terapéutico consiste en des-informar al Ego durante su disolución, para poderlo trans-formar.
La des-información del Ego es fundamental para la sanación, pues es aquí donde el encuentro con la sombra permite llevar a cabo un acto de amor, que consiste en la aceptación radical de la sombra, de las heridas, no luchando y resistiéndose, sino aceptando amorosamente más allá del miedo. Se trata casi de un acto contemplativo de la sombra. Este despliegue de amor compasivo permite ir más allá del miedo, pues el miedo es una defensa del Ego. Por eso, aun y a pesar de la disolución, siguen quedando remanentes egóticos en el inconsciente de donde brota el miedo como la última defensa.
Atravesar el Ego en la última frontera del miedo, supone una muerte del Ego, y con ello un renacimiento en el amor que todo lo ilumina, es en ese momento cuando la sombra, sin dejar de ser sombra, queda iluminada, se vuelve transparente a la conciencia.
Aunque el traspaso de la última frontera del Ego sea un acto sanador y transformador, no basta con descender una vez, más bien hay que realizar ciclos de nacimiento, muerte y renacimiento. Nuestra sanación es cíclica, terminable y a la vez interminable. Es un proceso constante de transformación, un proceso de gestación de por lo menos nueve años para dar a luz al Ser.
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